Capítulo sexto - La carta y la venda

Los días pasaban tan monótonos y lúgubres para Anna, que no sabía dónde estaba. Desorientada tanto en tiempo como en lugar, ahora deseaba morir antes que cualquier otra cosa. Continuó así hasta que la noticia de que los patriotas ganaban y pronto volverían a casa la puso de nuevo a pensar en su amor. Una tarde, el señor Dowson regresó con una carta. Era de Paul y Jimm. En ella, únicamente decían que habían ganado y que regresarían en diez días.
- ¿Diez días?
- No. La carta tiene fecha de hace una semana. Por lo que deben faltar unos dos o tres días para que lleguen.
La inminencia del regreso de los muchachos había causado mucho ajetreo en el pueblo. Incluso Anna estaba muy nerviosa. Empezaba a desear que Jimm no volviera, sólo porque no quería que la viese en su estado... pero era inevitable.
La mañana del día en que regresarían los chicos Anna se despertó muy temprano, la verdad es que no sabía ni si había llegado a dormirse. La noche anterior, había estado pensando la manera de esconder sus ojos, y escogió un pañuelo largo, liado a modo de venda en la cabeza, de manera que le tapara sólo los ojos, y atado con una pequeña lazada en la nuca. Aquella mañana la pasó en el salón, hasta que llegado el medio día el sonido de cascos acercándose le aceleró el corazón.
"¡Ya están aquí!", gritó una y otra vez hasta que sus padres llegaron y la ayudaron a salir al porche de la casa. Paul acababa de desmontar del caballo en que había llegado. La madre corrió a abrazar a su hijo.
- ¿Cómo te encuentras, querido hijo? Qué orgulloso estamos de ti.
- Todo a ido perfecto, padre. Incluso fácil.
- Pero díme una cosa, hijo, ¿por qué no ha venido Jimm contigo?
- ¿Dónde está Jimm? ¿Por qué no está Jimm? -, comenzó a gritar Anna al enterarse de que aun no había regresado. El corazón le daba un vuelco.
- Tranquila hermanita. Jimm está ahora en la plaza. El viejo sheriff quería hablar con él. Regresará para la comida seguro. Pero... díme Anna, ¿por qué llevas ese pañuelo en la cara?
- Tranquilo hijo. Entra en casa y tu padre y yo te lo explicaremos.
La señora Dowson acompañó entonces a su hijo hacía adentro de la casa, seguida por su esposo. Mientras, Anna se quedó afuera, jadeando, y se sentó en el tercer de los tres peldaños que tenía el porche para acceder.
Pasó un rato, no mucho, hasta que otro sonido de cascos llegaba a Anna, que esta vez se mantuvo callada, expectante. Escuchó cómo se detenía, y alguien bajaba del equino. Luego pasos que se acercaban a ella, hasta que se detuvieron. Hubo un silencio... Anna aguantaba la respiración. Esperaba que algo sucediese...
...
- Vaya, Annita, cómo has crecido. La verdad es que al principio no te había reconocido. ¿Por qué llevas ese pañuelo?
Anna no dijo nada.
- ¿Es un juego?
Jimm alargó entonces la mano hasta el pañuelo y lo estiró hacia arriba, pero Anna, rápida, lo agarró con ambas manos impidiendo que se lo sacase.
- Está bien, como quieras -, y le soltó un beso en la frente mientras le acariciaba con la mano la mejilla. Luego entró en la casa, aunque Anna siguió sentada en el escalón, callada, más por no poder hablar que por no saber que decir. En ese momento, sintió miedo de que Jimm estuviese allí, de que pudiese rechazarla por ser ciega.
Poco más tarde estaban todos dispuestos para comer en la mesa de la familia Dowson. Después de bendecir la mesa comenzaron a comer.
- Podría alguien explicarme, por qué Annita todavía lleva ese pañuelo en los ojos. Por Dios. No sé cómo puede ver de esa forma.
Hubo un largo silencio en que la señora Dowson miró a su esposo y su hijo. Luego dijo:
- Fue un accidente, hará ya casi diez meses. Perdió los ojos.
Siguió el silencio. Jimm dejó escapar una sonrisa de incredulidad, pero el señor Dowson asintió con la cabeza. Jimm dejó de sonreír y fijó su mirada en su plato de comida. Luego miró a Anna, que seguía callada y apenas comía, como compadeciéndola.
El resto de la comida fue tenso, pues nadie se atrevía a decir nada. Sólo al atardecer, cuando Anna ya se había marchado a dormir, Paul y Jimm comenzaron a contar las mil y una historias a las que habían sobrevivido en la guerra.

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