Capítulo quinto - Eternamente a oscuras

Era un espléndido día primaveral, tan espléndido que nadie podía imaginar la tragedia que se avecinaba.
Ya hacía más de un año que los chicos se habían marchado a la guerra y parecía ser que pronto volverían. Anna estaba relativamente feliz ante la noticia de que podría ver a Jimm bastante pronto, añadiendo a eso que dentro de un mes haría sus catorce años.
Volvía aquella mañana de recoger flores en la pradera y decidió cruzar por en medio del campo de maíz de su familia. Las plantas llagaban casi a los dos metros de altura por lo que la visión era mala. El padre estaba en la cuadra cuando la tragedia sucedió, y la madre en la cocina preparando el almuerzo. Sucedió que de pronto hubo un potente y desgarrador grito. Era de Anna, algo le había sucedido en el campo de maíz. El señor Dowson salió de la cuadra, y espantado acudió al foco de los ya más leves pero aun dolorosísimos gritos. Cuando el señor Dowson encontró a su hija entre el maizal, ella estaba tirada en el suelo lleno de flores, con las manos tapándose una cara ensangrentada. Un poco más allá en el suelo había un rastrillo del arado lleno de sangre. Ella seguía gritando de dolor mientras su padre no podía asimilar lo que veía. Su hija se habría caído, y se habría clavado las zarpas del rastrillo en los ojos. Se echó a su lado, intentando hacer algo sin hacerle más daño y profiriendo lamentaciones a Dios. Al final, la cargó en brazos y la portó hasta casa mientras Anna continuaba gritando, dejando un rastro de sangre que no dejaba de salirle por las cuencas de los ojos.
Cuando llegó el médico, sólo pudo curarla y vendarle los ojos, y decirle lo que ya sabía: que había perdido los ojos y no volvería a ver nunca más.
Pasaron largas semanas en que Anna no salió de su habitación, no hablaba, apenas probaba bocado. Sentada en la cama, a oscuras, dejaba pasar el tiempo esperando que algo pasara... pero no pasaba nada.
A pesar la gran desafortunada tragedia, Anna seguía pensando en Jimm, ahora más que nunca pensaba en la última vez que lo vio, y que resultaba ser la última vez que lo vería. Ahora sabía con certeza que ella y Jimm nunca estarían juntos como en sus sueños, por mucho que hubiese crecido en ese tiempo. porque aunque lo cierto es que la pequeña Anna parecía ya casi una mujer, sabía que Jimm no amaría a una ciega.

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