Capítulo primero – El héroe y la niña

- Vamos Dave, Paul. Os toca a vosotros
El chico menudo de cara pecosa se levantó de un salto y con grandes reflejos asió el largo bastón de madera que Jimm le lanzaba. Enfrente, Paul ya le esperaba en pie, con otro palo en la mano derecha.
- No te fíes del pecoso, Paul. Es muy ágil.
- ¿En serio crees que este niño puede vencerme, Jimm?
Y acabando de decir esto último, Paul empezó a avanzar rápidamente hacia su adversario, con su arma siempre delante balanceándola de derecha a izquierda, de izquierda a derecha nuevamente... zas. Un gran golpe se perdió en el sonoro aire, donde antes Dave había aguardado. Con mucha habilidad, el chico esquivó el golpe y lanzó uno hacia Paul, que ahora estaba casi a su lado, golpeándolo en el muslo.
- Te lo dije.
Dave retrocedió unos metros. Paul parecía ofendido. Avanzó de nuevo al ataque, y batiendo su bastón de abajo a arriba con gran fuerza y velocidad, chocó contra el bastón de Dave, que intentando defenderse había puesto ante él, asido con ambas manos. Pero fue tan violento el golpe que Dave no aguantó y su bastón salió volando. Paul había ganado.
- ¿Qué decías Jimm?
- Muy buena. Muy bien amigo. Pero ahora vas contra mí.
- Eh... bueno, un día de estos acabaré ganándote.
- Es posible, pero hoy no será ese día.
Poco después Paul y Jimm se batían en duelo. Hay que decir que Paul le puso muchas ganas, pero ante Jimm poco pudo hacer. Demostrando la habilidad y el ingenio que tanta fama le daban, y utilizando sólo golpes defensivos ante el ataque de su rival, dejó a Paul tendido contra el suelo y desarmado en apenas unos segundos.
- Creo que es hora de comer -, dijo Jimm mirando al cielo y dejando caer su bastón. Ayudó a Paul a levantarse y todos, un grupo de unos diez jóvenes varones, se dirigieron hacia las casas del pueblo.
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Unos cincuenta metros metros más allá, desde el porche de una de las casas del pueblo, las chicas cotilleaban y reían, algunas más pendientes que otras del juego de lucha que mantenía ocupados a los chicos.
- Deberías decírselo de una vez por todas, Anna; antes de que elija a otra.
- No. No puedo.
- Pues entonces olvídate de que se fije en ti. A veces a los chicos, hay que ponerles las cosas delante de los ojos y claras para que se den cuenta de lo que hay.
- Me dirá: “Sólo eres una niña”. Y es verdad. Cinco años menos son muchos años y seguro que no se ha fijado en mi ni una sola vez.
- Tu hermano es su mejor amigo. Seguro que se ha fijado en ti varias veces. No esta ciego... No llores cariño. Él te quiere mucho, aunque tú no lo sepas.
- No. Jimm nunca me amará, Lissy. Tú lo sabes. Nunca.
Y comenzó a llorar, como ya tantas veces antes había llorado: escondiendo sus grandes ojos verdes tras sus manos, intentando que nadie salvo su gran amiga Lissy la viera.
- Ya es la hora de comer, chicas -, gritó Jimm cuando el grupo se acercó al porche. Algunas soltaron una risita, pero todas sonreían a un chico u otro, incluso Anna, que se limpiaba las lágrimas apresuradamente, siguiendo a Jimm con la mirada, esperando que éste la mirase o le hiciese algún gesto elocuente... Pero únicamente pudo observar como marchaba al frente del grupo, bromeando y riendo con dos chicas más mayores que él... Y sus vanas esperanzas siguieron desvaneciéndose.

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